Opinión
Martes 31 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La narrativa sionista
José Blanco
H

ace tiempo comenzó a hablarse en el mundo de la posverdad. La Real Academia hizo una acepción precisa: Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Con posterioridad, demagogos y otros ejemplares semejantes opinaron que los humanos nos contamos una historia propia, o narrativa, que incluye un objetivo de vida, una tierra prometida, una ilusión que creemos que dirige nuestra vida. Es posible cambiar esa narrativa, dicen, mediante un discurso político, que suene verosímil, construido con un costal de posverdad, tal como convenga a los emisores del discurso. La creencia en la manipulación, mediante una narrativa ad hoc, está vigente por el mundo en voz de los grupos ­dominantes.

Esa creencia espuria no tiene en cuenta que las ideas de las personas se forman principalmente con la experiencia concreta de vida de las personas y, más importante, con las experiencias de las comunidades y los grupos sociales. Las vivencias colectivas son cribadas por esos grupos y se forman así una historia y unas ideas básicas que esos grupos van guardando para sí. Las narrativas se esfuman, por eso el intento de manipulación es continuo.

La narrativa del gobierno sionista sobre los asesinatos que está cometiendo en una Gaza diminuta a la que mantiene cercada, la comparten los grupos dominantes –y sus subordinados– de Estados Unidos (EU), de Canadá (que todo el tiempo se esconde entre el faralá de los faldones gringos), y de varios países europeos. Esa narrativa impresiona por su fallido intento de manipulación, por su falsedad radical, su obvia desvergüenza, y su cachaza de continuarla sin más. La derecha planetaria ha perdido hasta la menor noción de equilibro. Las marchas multitudinarias por el planeta, que no cesarán de aumentar, lo prueban cabalmente.

Antonio Guterres, secretario general de la ONU, lo dijo con la sencillez de una verdad por (casi) todos compartida: Hamas no surgió de la nada. El pueblo palestino ha estado sometido a una ocupación asfixiante durante 56 años. Vieron cómo sus tierras se llenaban gradualmente de asentamientos, fueron sometidos a la violencia, sus economías fueron sofocadas, la gente fue desplazada, sus hogares fueron demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se están desvaneciendo. Así son las cosas. Pero el gobierno sionista lanzó falsos petardos discursivos, dijo que renunciaba a la ONU, y ha echado gritos contra quienes, como Guterres, contextualizaron el ataque de Hamas, llamado terrorista por Occidente: resulta que esa narrativa incluye la pretensión de prohibirla práctica de poner en contexto, horizontal e histórico, los hechos que han de ser comprendidos. Alucinante. Pero es tan torpe y absurda la pretensión que las cosas siguen su curso: el gobierno sionista se hunde en el total descrédito.

Hace unos días la página principal de Middle East Eye, uno de los portales más consultados sobre Oriente Medio, no informaba, sino que lanzaba una advertencia: en Gaza es continua la matanza de civiles, hagan algo, clamaba: El número de palestinos muertos y desaparecidos supera la cifra de muertos del genocidio de Srebrenica. Más de 8 mil muertos o desaparecidos, presumiblemente atrapados bajo los escombros. Durante la guerra de Bosnia, entre abril de 1992 y diciembre de 1995, se produjo en Srebrenica la mayor matanza en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, según los registros históricos de la Wiki. En Gaza estamos viendo los prolegómenos de un desenlace que superará aquella masacre.

Hamas y la matanza actual en Gaza son consecuencia del objetivo de limpieza étnica del pueblo palestino por el gobierno sionista de Israel –un crimen sin nombre, llamó Winston Churchill a ese delito–, y de la política de pitos y flautas en Oriente Medio operada por los gobiernos de Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden, en completa discordancia entre unos y otros, acompañada del argumento de las bombas y los asesinatos contra el terrorismo que EU inventó como su enemigo comodín universal. En los últimos 15 días EU ha lanzado ataques aéreos contra grupos proiraníes en el este de Siria, según dijo el secretario de Defensa, Lloyd Austin, como respuesta a una veintena de golpes con drones y cohetes contra bases militares gringas en Siria e Irak. ¿Qué hacen esas bases ahí? Pues EU las tiene en más de cincuenta países.

El 22 de septiembre de 1967, después de la Guerra de los Seis Días, el veterano socialista antisionista israelí, Moshé Machover, firmó una declaración pública que decía: La ocupación implica un gobierno extranjero. El dominio ­extranjero implica resistencia. La resistencia implica represión. La represión implica terror y contraterrorismo. Las víctimas del terror son en su mayoría personas inocentes. Aferrarnos a los territorios ocupados nos convertirá en una nación de asesinos y víctimas de asesinatos.