omo dijo el mágico: si la tierra fuera lógica, otro gallo nos cantara. Y como toda madre que se respete, ella también exhibe su temperamento, sus días, su humor cambiante y reacciones más o menos violentas ante el extraviado comportamiento de sus hijos racionales, renuentes a entender la cantaleta de que todo es por su propio bien. Terremotos, huracanes, tsunamis, erupciones, maremotos, inundaciones, sequías, plagas, pandemias más o menos planeadas, tornados, simunes, aludes, granizadas, ciclones, desbordamientos, deslaves y, por si faltara, accidentes en plantas nucleares, reflejan un comportamiento del planeta hasta cierto punto impredecible, pero agravado por el infantil cuanto suicida modelo económico basado en producir, vender, consumir, desperdiciar, contaminar y enajenar(nos). No nada más la invocada, fomentada y a la vez ignorada contaminación ambiental, sino el contagio cotidiano de un aturdimiento colectivo multiplicado por una tecnología desbocada, una información manipulada e imprevisora y un pensamiento equivocado por la escasa conciencia de quienes lo imponen y cuantos lo acatan.
Ahora, el pavoroso fenómeno de la naturaleza bautizado como Otis ya pasó –nada es para siempre–, tras haberse convertido, en menos de 12 horas, de tormenta tropical en huracán categoría 5, con vientos sostenidos de 260 kilómetros por hora, y a partir de la medianoche del miércoles 25 de octubre ya nada fue igual para los habitantes del puerto de Acapulco y zonas circunvecinas. La falsa lógica de la vida una vez más quedó exhibida. Que inédito calentamiento de las aguas del mar, que intensificación inesperada, que imprevisiones, información tardía, negligencia de autoridades y ciudadanía, ya no importan. Los incalculables daños están hechos. ¿Qué queda?
Pensar, aceptar, actuar. El huracán se ha llevado casi todo, menos mi vida. ¿Qué hago con ella? De entrada, no absolutizar lo que de suyo es relativo. He perdido cosas, vendrán tiempos duros, pero mi sobrevivencia ofrece un sinnúmero de opciones para seguir honrando mi vida y mi inteligencia; sonreír y concluir que no ha sido el final sino un nuevo comienzo. Reparar mi interior que me impida sentirme inferior ante las circunstancias más adversas y a los acontecimientos más injustos
. Recuperar mi vivienda, empleo o negocio y mi propia existencia. Soñar, desafiar y planear como dueño de mi vida; el desafío me acompaña y me sostendrá.