Sábado 28 de octubre de 2023, p. 8
Sobre la explanada de la alcaldía Iztacalco, la más cercana al autódromo Hermanos Rodríguez, hay un sonido en particular que asombra a decenas de trabajadores administrativos. Más que un motor a mil revoluciones, lo que se escucha a unos metros de distancia parece el rugido de un león recién salido de su jaula. La Fórmula 1 se siente de esa manera, de pronto hay que intuirla para que su imponencia crezca como un paisaje natural.
No pocas veces, ante ese extraño reconocimiento, algunos llegan aquí para ser testigos de felicidades explosivas, como la que produce mirar al mexicano Sergio Pérez en su Red Bull. Son apenas los primeros días de práctica del Gran Premio de México, pero en medio de una ciudad desbordada, con desviaciones y múltiples bloqueos viales, los espacios cobran sentido por la forma en que los seguidores del deporte motor los utilizan.
A medida que los pilotos recorren la pista, la transmisión en la FanZone refuerza el efecto de intimidad entre aquellos que caminan lentamente frente a la pantalla. Es como si estuvieran conectados con la velocidad, porque en cada una de las curvas mueven manos y piernas con la misma inquietud que se ve en los monoplazas. ¡Más rápido, Checo, más rápido!
, gritan niños uniformados como mecánicos de Red Bull, muchos de ellos de la mano de sus padres.
Mientras más se acerca el final, la lluvia y el sol se divierten con los planes de los organizadores. En la explanada hay lugar para elegir dónde ubicarse. Señores de traje y corbata cruzan de un lado a otro con documentos que llevan en folders, al mismo tiempo que un grupo de comerciantes hace su negocio mediante la venta de gorras, carteles y réplicas no oficiales de las escuderías.
Emoción y caos
Es la primera vez que venimos aquí. No alcanzamos boletos, pero estamos muy emocionadas
, dice una pequeña seguidora del piloto monegasco Charles Leclerc, equipada de pies a cabeza igual que su hermana con la indumentaria roja del Cavallino Rampante (Ferrari). Su llegada a este lugar, como la de tantos otros que no frecuentan la alcaldía, se multiplicó en tiempo debido al caos provocado en los alrededores del autódromo.
Hicimos una hora y 20 minutos en un recorrido que normalmente nos lleva menos de 15
, afirma el señor Isidro Ramírez, vecino de la colonia Pantitlán, ubicada a no más de kilómetro y medio del Gran Premio. El primer día de prácticas está especialmente dedicado al estudio estratégico del circuito, pero en las calles se vive como si fuera una carrera.
Nadie quiere perderse ninguna de las 17 vueltas. Incluso aquellos que piden eufóricos su fotografía al lado de un neumático gigan-te de la F1, colocado a un costado de la pantalla, voltean rápidamente la vista para seguir lo que pasa con Checo Pérez. La misma imagen se va a repetir este sábado y también mañana, porque eso produce el máximo circuito del automovilismo: curiosas manifestaciones de lo excesivo, adhesiones desbordadas, historias extraordinarias.
En muchas ocasiones, las características de los lugares más acotados, en relación con el lugar donde se desarrolla un acto, tienden a debilitarse. No pasa lo mismo cuando hay un mexicano en competencia. Lo dicen las decenas de camisetas con el número 11 del piloto de Red Bull. Para llevarlo a esa dimensión, los aficionados también recurren a su fuerza territorial, al despliegue sin medida de una pasión que no conoce límites.