Sábado 28 de octubre de 2023, p. 5
Acapulco, Gro., Miles de habitantes de colonias como Ejido, El Paso Limonero, Renacimiento e Insurgentes; de comunidades como San Isidro y otras más, todas ellas aledañas a Acapulco, se ven obligados a recorrer más de cinco kilómetros a pie en busca de alimentos y agua, como parte de la nueva normalidad
que impuso la devastación causada por el huracán Otis.
Con sus hijos en brazos, bolsas y costales al hombro, carretillas o diablitos o con lo que tengan a la mano, hombres y mujeres recorren comercios y tienditas de las localidades vecinas. La mayoría busca adquirir productos de primera necesidad, pero han encontrado con sorpresa que, cuando los hay, en algunos puntos el kilo de huevo llega a costar hasta 150 pesos, un kilo de tortillas 40 y un cuarto de chicharrón hasta 90 pesos.
La falta de alimentos ha llevado a cientos de personas a sustraer lo que necesitan de los almacenes y tiendas que aún tenían mercancías. Se apoderaban de sopas, galletas, verdura o los productos alimenticios que aún encontraban. Sus necesidades tienen así, una salida.
Muchos cargaban como podían colchones de rollos de papel, pañales, pastas; todo aquello lo que pudieran llevar en sus manos, en costales o amarrados con plástico, y luego se sentaban fuera de los negocios custodiando sus tesoros
, en espera de conseguir cómo llevarlos a sus casas. Decenas caminaban por la ruta del Acabús con su carga y su familia.
Como ocurre en este tipo de desgracias no faltó, sin embargo, quienes aprovecharon la multitud hambrienta para vaciar los departamentos de enseres, telefonía, colchones, línea blanca y utilizaron sus camionetas y coches para acumular y transportar las mercancías. Fue tal el saqueo que no se salvaron ni las zapaterías ni los negocios de cobijas, losetas y herramientas.
Las fuerzas del orden no intervinieron
Uno de los sitios donde se pudo observar el grave desabasto que ya impera aquí, fue el tianguis que se instala de manera cotidiana en las colonias populares cercanas a la estación Central de Abasto del Acabús. Lucía con poca mercancía y la mayor parte de los puestos no se instalaron. Casi no hay quien venda, y quienes comercian sus productos lo hacen a precios altísimos: un kilo de plátano 70, aguacates pequeños que no llegaban a un cuarto de kilo por unidad, lo comercializan hasta en 20 pesos cada uno.
Los compradores caminaban entre lodo y charcos de agua. El servicio de transporte está suspendido, por lo que algunos propietarios de camionetas hacían su agosto: 30 o 40 pesos por persona hasta el punto más cercano donde hay plazas comerciales, pero cuando muchos llegan allí, ya los negocios fueron saqueados.
En esa aparente normalidad
, calzando huaraches o sandalias, como acostumbran, miles piden a gritos ayuda y detienen a las camionetas de la Guardia Nacional o se acercan a los camiones de la Secretearía de la Defensa Nacional (Sedena) para preguntar si tienen alguna despensa, garrafones o botellas de agua que les puedan regalar.
Los habitantes de esas colonias populares afirman que en sus comunidades las tiendas ya no tienen nada que vender, sus calles están bloqueadas por árboles caídos, materiales, pedazos de roca o lodo.
Reiteran lo que se observa desde las partes altas y puentes, sus casas, que en su mayoría tenían techumbres de lámina metálica o de cartón, fueron arrancadas por el viento o destrozadas por el agua que llevaba Otis.
En medio de este caos de transporte y alimentos, en una barda de un centro comercial cercano a la Costera Miguel Alemán, alguien pintó la frase: el amor puede esperar, el hambre no
.
María Inés y su esposo Marcos cargan una cubeta con refrescos y galletas. A su hija Bertha, de dos años, se los dan de comer. Es lo único que han podido conseguir.
La Sedena instaló en la Costera Miguel Alemán, frente a la Glorieta de la Diana Cazadora, un centro de comunicaciones desde el cual cientos de habitantes y turistas pueden comunicarse vía Internet con familiares en otros puntos del país o al extranjero. Las filas son largas, la espera para enlazarse puede tomar hasta una hora.
De la misma manera, el Ejército instaló un punto de recarga eléctrica para telefonía, la fila llega a contabilizar a cientos en espera de su turno.
En una de las pocas gasolinería que funciona, y se localiza cerca de la zona hotelera, hay cientos de personas formadas con garrafones para obtener un poco de combustible.
Así, mientras decenas de vehículos con turistas buscan salir de Acapulco hacia la autopista Acapulco-México, en sentido contrario, cientos de personas, en familia o en grupos, caminan todo Acapulco en busca de alimento y agua que les permita sobrevivir a la tragedia.