Miércoles 25 de octubre de 2023, p. 4
La obra Algodón de azúcar es un viaje dentro de un universo onírico y delirante que raya en lo macabro. Durante el devenir de la historia se explora la relación que, como adultos, tenemos con nuestra infancia: una etapa compleja que marca nuestra actitud ante la vida; un lugar lleno de claroscuros en el que éramos vulnerables, pero también temerarios y auténticos, con momentos dolorosos, pero también lleno de libertad y plenitud
, apuntó la dramaturga y directora Gabriela Ochoa.
El protagonista, dice la creadora escénica, se rencuentra con su pasado, donde se le revela un trauma olvidado, el cual lo había acompañado toda su vida, nublando su existencia. Una vez recuperado el recuerdo, el desafío es enfrentarlo para finalmente hablar de aquello que de niño no pudo porque no lo entendía
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Tres irreverentes payasos interceptan al protagonista, quien trata de llegar a la casa de sus padres, pero tiene que cruzar por una feria abandonada. Tras hacer un pacto con ellos, en cada uno de los juegos de la feria
revive episodios de su infancia, en un universo onírico y delirante. Esos oscuros payasos engatusan al personaje para que entre en su inconsciente
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Al principio él se divierte, pero sus acciones tienen consecuencias inesperadas y la travesía se va convirtiendo en una pesadilla que, al enfrentarla, logra salir de allí.
La historia de Algodón de azúcar se escenificará desde mañana y hasta el 19 de noviembre en el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart).
Para Ochoa, la sociedad muchas veces idealiza la infancia. Cada quien la ha vivido de diferente forma; sin embargo, lo común es la vulnerabilidad, ya que se depende de los adultos. No solemos pensar que los niños son víctimas de ciertas situaciones violentas
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El protagonista recuerda de una forma las cosas, mientras los payasos van tergiversando dichos recuerdos haciéndose pasar por el amigo, la mamá, el papá y la niña que le gusta. Son diversos momentos de inflexión en su vida
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Para crear ese universo onírico y delirante, se amalgaman distintos recursos y géneros, como el absurdo, la farsa, el uso de elementos simbólicos y el teatro de máscara, explicó Ochoa en entrevista con La Jornada.
Es una historia muy vertiginosa, divertida y oscura. El vestuario de los payasos es muy colorido y la escenografía se compone de cinco andamios de más de 2 metros de altura, con huecos cubiertos con telas, de donde los personajes entran y salen, y al frente hay una especie de pista circular. Ese andamiaje simboliza tanto una feria abandonada como un juego mecánico o las paredes de una casa.
Algodón de azúcar cuenta con las actuaciones de Alejandro Morales, Romina Coccio, Carolina Garibay, Miguel Romero, Francisco Mena y Misha Marks, como músico escénico y actor; escenografía de Félix Arroyo, iluminación de Ángel Ancona, música original de Genaro Ochoa, vestuario de Giselle Sandiel y coreográfica de Iván Ontiveros. Las funciones comienzan mañana y concluyen el 19 de noviembre: jueves y viernes a las 20 horas; sábados a las 19 y domingos a las 18 horas, en el Teatro de las Artes del Cenart (avenida Río Churubusco y calzada de Tlalpan, colonia Country Club).