Miércoles 25 de octubre de 2023, p. 35
Moscú. Al cumplirse ayer un año y ocho meses de guerra sin que las partes beligerantes muestren voluntad para negociar, a la luz de lo visto en las semanas recientes en los puntos más álgidos de la línea del frente, en opinión de quienes siguen de cerca los combates, Rusia y Ucrania entraron en una suerte de callejón sin salida y todo apunta a que no cabe esperar cambios drásticos en el equilibrio de fuerzas hasta la primavera del año siguiente, por lo menos.
Las opiniones de los expertos que se identifican con Moscú o con Kiev –con las debidas distancias tomando en cuenta que en cada lado de las trincheras virtuales, salvo raras excepciones, la objetividad cede ante las preferencias de cada uno y se exageran o minimizan los hechos según convenga–, indican que los ejércitos ruso y ucranio se enfrentan a un mismo problema.
Ambos –señalan– quisieran cerrar antes de que empiece el inclemente invierno con algún sonado triunfo y ninguno hasta ahora puede hacerlo más allá de avanzar varios cientos de metros a la semana, y retroceder otro tanto… con frecuencia.
Esto es así, consideran, debido a que siempre tiene más ventajas el que defiende (campos minados, trincheras y zanjas que dificultan el movimiento de los tanques y vehículos blindados, dientes de dragón y otros obstáculos de hormigón, etcétera) y el que ataca queda más expuesto a los bombardeos de la artillería enemiga, sufriendo mayor número de bajas en términos de soldados y armamento.
¿Cuántas bajas? Imposible saberlo, pero sin duda muchas menos de lo que reportan como pérdidas del enemigo –y por tanto éxitos propios– en sus comunicados oficiales tanto el mando militar ruso como el ucranio. Lo confirman las obvias contradicciones en los datos que proporcionan los dos y, además, ninguno reconoce sus bajas.
Sólo para tener una idea más precisa de la magnitud de los bombardeos a lo largo de los mil 200 kilómetros del frente, conviene recordar que, según estima el analista Nikolai Mitrojin, después del 24 de febrero de 2022, en los primeros meses de hostilidades, Rusia llegó a disparar entre 45 mil y 80 mil proyectiles diarios.
Se trata sólo de las explosiones que causan los cañones, obuses, tanques, drones con bomba, sin contar los misiles lanzados desde tierra, mar y aire ni los de defensa antiaérea. Ahora, cuando a uno se le acaban las reservas y al otro la ayuda foránea todavía no le permite tener más, Rusia y Ucrania disparan todos los días entre 15 mil y 20 mil proyectiles cada uno, lo cual podría alcanzar –calcula el especialista– para un año de guerra de baja intensidad
.
De acuerdo con los reportes oficiales de su ministerio de Defensa, el ejército ruso intenta, desde el pasado 10 de octubre, rodear a los ucranios que mantienen la zona fortificada en torno a la ciudad de Avdiivka, región de Donietsk, igual que Marinka y Kupiansk, otros dos sitios que registran los combates más intensos en la parte este y noreste del frente. Esa ofensiva rusa, con los refuerzos ucranios que llegaron de otras partes, no está dando resultados.
De su lado, el mando ucranio asegura que sus tropas insisten en ensanchar la brecha que lograron en Zaporiyia y atacan la región de Verboboe con el propósito de despejar el camino hasta el estratégico nudo de logística y comunicaciones que es Tokmak y llevan varios días, con unidades especiales de desembarco, ocupando localidades en la margen izquierda del Dniéper.
Esto último –afirma el experto Yuri Fiodorov–, más para obligar a desplazar tropas rusas de otros sectores del frente que para tomar posiciones junto a la costa del mar de Azov, por cuanto es muy difícil pasar del otro lado del río tanques, cañones y otra técnica pesada, que quedarían sin protección frente a los bombardeos de la aviación y la artillería rusas.
El gobierno de Ucrania informó que 25 instalaciones claves de su sector energético están preparadas para repeler misiles y drones frente a lo que el mando militar prevé como intensificación de los ataques rusos contra sus infraestructuras durante el siguiente invierno, como sucedió en el anterior.
En cuanto al tema de los cereales, toda vez que se canceló el pacto auspiciado por Turquía y Naciones Unidas, Mikola Solski, ministro de Agricultura, declaró ayer que Ucrania pudo exportar cerca de 700 mil toneladas de granos por el corredor que abrió en agosto de forma unilateral en el mar Negro (a través de las aguas de Rumania, Bulgaria y Turquía, tres miembros de la alianza nora-tlántica), cantidad muy inferior a los 2 millones 300 mil toneladas que saca vía los puertos fluviales del Danubio.
Desde que Rusia –por los ataques ucranios con misiles y drones contra su base naval en Sebastopol y buques de guerra en el mar Negro– se vio obligada a replegar su flota hacia el este, 38 cargueros entraron a puertos de Ucrania, 30 de los cuales ya partieron con cereales, pero el país necesita llegar a 6 millones de toneladas mensuales para que se recupere el sector de las exportaciones agrícolas
, explicó Solski a sus colegas de la Unión Europea durante un encuentro en Luxemburgo.