l Quinto Informe de Gobierno (sep 2023) establece que la producción de los cuatro granos básicos en 2022 acumuló 31.4 millones de toneladas, -2.9% abajo de 2021 y -0.6% de 2018 (Gráfico 1). De este total, la producción de maíz –con mucho el grano más importante– fue de 26.6 millones de toneladas (-3.5% abajo de 2021 y -2.3% abajo de 2018); la de trigo fue de 3.6 m de t (+10.0 y +22.7%); la de frijol fue 980 mil toneladas (-24.0 y -18.1%); y la de arroz fue de 246 mil toneladas (-4.2 y -13.2%).
Como se ve, salvo la recuperación en la producción de trigo, los otros tres productos básicos muestran en los años recientes un estancamiento (y leve reducción) en los montos producidos (Gráfico 2).
En correlato, la autosuficiencia alimentaria sigue siendo asignatura pendiente. En 2022, 39.6% del maíz consumido fue de importación, del frijol 8.3, del trigo 64.5, y del arroz 83%, (de la soya 97.4%) (Gráfico 3). La autosuficiencia básica está empantanada por múltiples factores pero destacadamente por la incertidumbre de precios en un mercado dominado por monopsonios especulativos que fastidian al productor en un extremo y al consumidor en el otro sin que el gobierno ponga orden y fije, al menos, precios justos de garantía.
Esto es no sólo factible sino urgente en el caso del maíz blanco (cuyo precio en el centro del país han desplomado ahora los acaparadores) considerando que su mercado es esencialmente interno: la producción actual (24.9 millones de ton) es casi equivalente a la demanda (24.6 m de ton) (Gráfico 4) y su comercio externo es insignificante. ¿Por qué no fijarle un precio mínimo que remunere al productor, le de certidumbre, y aliente la sustitución cultivos? Esta sola medida –que no cuesta– sería de enorme beneficio y trascendencia.
En carnes la situación no es muy distinta. El porcentaje importado del consumo disminuyó en 2022 a 19.1% en aves, y se elevó a 9.5% en bovinos, y a 44.4% en porcinos (Gráfico 5).
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