a es demasiado lo que hemos visto en cuanto a las guerras organizadas por los empresarios neoliberales de la industria bélica. Manifestaciones contra el genocidio en el mundo han sido insuficientes para devolver la conciencia y la cordura a los gobiernos que insisten en resolver los conflictos a través del uso de la fuerza y la agresión. Algunos mandatarios, como Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, insisten en continuar el negocio de las armas para resolver los conflictos económicos y políticos provocados por su insistencia en ocupar todo el territorio palestino.
Encima de todo ese mundo de insólitas agresiones, la población civil con batallas comerciales, invisibles, continuas, que caracterizan la política del mercado libre, tiene que vivir en la incertidumbre acerca de su futuro. En el caso de la población víctima árabe y judía, ha tenido que soportar la continua amenaza de las guerras paridas y promovidas por los líderes neoliberales.
Los esfuerzos internacionales como el proyecto sinfónico Orquesta Diván del Este y del Oeste, diseñado por los reconocidos músicos Edward Said y Daniel Barenboim, han multiplicado la posibilidad de que no se permitan, ya más, las masacres que han convertido en tierra arrasada a territorios ocupados por el gobierno de Netanyahu.
La Orquesta Diván del Este y del Oeste, fundada en 1999, logró reunir a excelentes intérpretes, hombres y mujeres jóvenes (incluido un pianista egipcio de 10 años de edad), después de un periodo de trámites y búsqueda de cada elemento con excelente ejecución de sus instrumentos y de complicados trámites burocráticos. El proyecto que utiliza la música para la convivencia y el encuentro de la armonía entre personas que han sido violentadas en su derecho a vivir en paz, es uno de esos esfuerzos fuera de serie. Es un intento que por sí solo merecería el Premio Nobel de la Paz o cualquier otro reconocimiento legítimo y alejado de las politiquerías y favoritismos.
La interpretación de cualquier obra de Ludwig van Beethoven ha demostrado que, cualquier persona, árabe, israelí, musulmán, judía, budista, católica, o de cualquier ideología, puede ser capaz de llevarla a cabo sin prejuicio alguno. Se puede armonizar sin pensar que el compañero o compañera de orquesta es de un país al que sus gobernantes catalogan como enemigo.
De esto se trata el proyecto Barenboim-Said.
Otra característica es que sus integrantes, jóvenes de gran talento provenientes de diversas escuelas de música de Palestina, Siria, Líbano, Jordania, Egipto e Israel, es la organización de un foro para el diálogo y la reflexión sobre el conflicto israelí-palestino.
La orquesta y sus fundadores recibieron premios de otros países, no sin la recriminación oficialista de la ministra de cultura de Israel, quien no entendió el esfuerzo por terminar con ese conflicto que comenzó en el momento de la creación del Estado de Israel en 1948. A partir de entonces, se ha generado una subcultura del odio y la discriminación, además de la violación a los derechos de la identidad y de la falta de reconocimiento a la libre expresión cultural.
Durante generaciones, millones de dólares y euros han sido destinados a la acumulación de arsenal para sustentar la constante ocupación de terrenos palestinos.
Las intifadas, levantamiento popular contra las fuerzas ocupante de otros gobiernos opresores, fueron la expresión desesperada ante la impunidad cometida en esta área de Oriente Próximo. Se llevaron a cabo reuniones bilaterales, intentos de entendimiento internacionales y otros esfuerzos, pero no se ha respetado ningún acuerdo.
Las organizaciones pacifistas de ambos países tampoco han sido tomadas en cuenta. Al Fatah, organismo reconocido, no llegó a culminar en una paz para ellos. Las invasiones continúan. Han existido simulacros de devolución de territorios ocupados, pero es una acción temporal. La amenaza de invasión de otras áreas continúa y las miles de muertes civiles también.
La creación del grupo Hamas ha dado lugar a un monstruo depredador para la población de los dos lados. Los perjudicados siguen siendo los mismos, ambos pueblos, el israelí y el palestino. Los rehenes son, como siempre, la población civil.
El proyecto sinfónico Orquesta Diván del Este y del Oeste es un ejemplo de que existe la voluntad pacifista en las nuevas generaciones de palestinos e israelíes. La excelente orquesta nos ha congratulado por la valentía de sus integrantes árabes y judíos.
Describir detalladamente lo que ha sido el devenir del proyecto Barenboim-Said nos daría un panorama más amplio de este esfuerzo extraordinario de dos hombres que nacieron para ser emisarios de la paz a través de la música.
Queda mucho por hacer para lograr el alto al odio y dar la bienvenida a la paz. Quedan muchos esfuerzos por lograr que las mentes obtusas de políticos belicosos y ambiciosos tengan un poco de razonamiento y cordura.
Los esfuerzos, por el lado del arte y los fieles musulmanes y judíos legítimos, continúan generando propuestas. Esperemos que sus voces sean escuchadas.
Por lo pronto, la obra de Edward Said y Daniel Barenboim, sigue su camino. Aunque ya no cuenta con el primero, quien falleció de leucemia en 2003, a los 67 años, y Daniel Barenboim se ha retirado de su reconocida carrera de director de orquesta.