Sábado 21 de octubre de 2023, p. 3
La escritura de la novela La niña polaca (Grijalbo) fue difícil porque exigió un absoluto respeto al espacio histórico, social y político
y al centenar de testimonios que dieron sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial: no podía darme mayores libertades creativas
, refirió la narradora Mónica Rojas en una conversación realizada el jueves pasado.
En la charla, desarrollada en la Cafebrería El Péndulo San Ángel, la novelista sostuvo: “para escribir hay que escuchar y entender mucho, y ser muy empático con las emociones de quienes te están compartiendo una parte tan sensible de su historia personal.
Escuchar 100 testimonios dolorosos no es trabajo sencillo, pero al mismo tiempo resulta serlo al momento de entender que se trata de un homenaje; tienes que respetar la esencia sin olvidar que es un momento doloroso, pero además esperanzador.
Rojas destacó que este año es importante porque se cumplen 80 años de la llegada de los polacos a nuestro país y es motivo de conmemorar, recordar y reflexionar qué nos dejó esta experiencia
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Refirió que en su investigación se dio cuenta de la enorme responsabilidad con la epopeya de aquellos polacos que estuvieron en campos de trabajos forzados y que por años había sido silenciada en un periodo de la historia que se focaliza casi totalmente con lo que ocurrió con Alemania y los judíos.
Tras conocer a una mujer sobreviviente en León, Guanajuato, “me doy cuenta de la dimensión de historia que estaba acallada literalmente en la nieve de Siberia. Así ocurrió el primer latido del corazón de la historia de La niña polaca”, contó la escritora.
Durante los siete años que le llevó escribirla, narró Mónica Rojas, yo tenía que entender la Historia, pero, primordialmente, debía escuchar a las víctimas, a las que nadie había escuchado. Así, a manera de rompecabezas, se construye la historia de esta pequeña
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Añadió que con este texto intenta “provocar una reflexión respecto de la vulnerabilidad de las mujeres en los conflictos, sobre todo las niñas, por una cuestión de apropiación del territorio y de que el cuerpo femenino termina siendo una extensión de ese cuerpo conquistado.
“Se pudiera pensar que La niña polaca es una historia de la Segunda Guerra Mundial y muy lejos de nosotros, pero el hecho de que refugiados hallan llegado a nuestro país significa que no es así. La provocación es reflexionar acerca de qué tan cercanos estamos.”
La embajadora de la organización Save the Children en México dijo que otro propósito de su novela era que “los jóvenes también pudieran acercarse a esta historia y puedan tener una visión mucho más amplia del conflicto y de la Segunda Guerra Mundial.
Recordó que una mujer le dijo en Varsovia que tras todo el sufrimiento se quedaba con que le ganó a Stalin, porque estaba viva. Con una voz que bordeó el llanto, Rojas refirió “a partir de esa frase yo ya no me pude quitar la esperanza al momento de escribir esta historia. Pasado un año desde que se publicó, me sigue moviendo de la misma manera que lo hizo al momento de escuchar: ‘yo le gané a Stalin’”.
Durante la conversación, Maciej Ziętara, embajador de Polonia en México, felicitó a la autora por la exactitud histórica de la novela y los datos que maneja del periodo en que el país europeo atravesó el conflicto mundial.
También se hallaban presentes descendientes polacos que migraron a México, entre ellos un hombre cuya madre participó en la resistencia polaca y sobrevivió a la represión estalinista, y Andrzej Rattinger Aranda, autor del relato de su papá, Władysław Rattinger, quien trajo al segundo grupo de refugiados a Santa Rosa, en noviembre de 1943.
También estuvo Gloria Carreño, coautora de, El convenio ilusorio, sobre el exilio polaco, que, según el diplomático, se escribió hace años y sigue vigente por su investigación histórica increíble
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