Cada vez que el joven arquero mexicano Caleb Urbina roza las yemas de sus dedos con la cuerda de su arco, es consciente que es-tá inmerso en un ritual donde el mínimo error puede ser determinante para definir su futuro en una competencia. Para mí un buen tiro consiste en un disparo donde la mente y el cuerpo están en sincronía, menciona.

A días de su debut en los Juegos Panamericanos, tras anunciar en 2021 que dejaba el mundo de los arcos y las flechas después de un año muy complicado mentalmente, confesó sentirse entusiasmado y nervioso, algo normal en cualquier joven que se va a medir ante los mejores del continente.

No me salí por pensar que no tengo talento, sé reconocer de lo que soy capaz, pero supe darme cuenta que seguir no me iba a ayudar. Me percaté que no podía lle-var dos responsabilidades (escuela y deporte) de ese tamaño a la vez, porque no estaba avanzando ni en una ni en otra .

Así como sus manos resisten los incesantes roces de esa cuerda formada por hilos de polietileno, el arquero tricolor sabe que cada competencia lo fortalece más. Pero a su vez destaca la importancia de cuidar la salud mental en los atletas, ya que las críticas pueden generar una presión que puede ser perjudicial, por ende es importante apoyarse en un profesional.

El 1º de noviembre empieza la actividad del tiro con arco en Santiago, donde Urbina buscará disfrutar el lanzamiento de cada flecha. Mi propósito es tirar sin preocuparme por nada y autosuperarme. Si eso me hace ganar una medalla, mucho mejor, agregó.

Con inspiración en el personaje de Legolas, un elfo sinda de la novela El señor de los anillos escrita por John Ronald Reuel Tolkien, desde los siete años decidió tomar un arco y conectar con ese mundo de fantasía, ya que consideraba que al lanzar cada flecha, los confines entre un mundo y otro desaparecen.

A los 17 años finalizó segundo en el Campeonato Juvenil de Madrid en 2019, pese a ser su mayor logro hasta la fecha, destaca en mayor medida su desempeño durante el Mundial en Shanghái y Berlín de este año, en el cual pudo disfrutar cada tiro sin importar el resultado final. Me sentí muy cómodo, más allá del lugar en el que terminé. Lo disfruté mucho y así me gusta sentirme siempre.

Los dedos de Caleb se han vuelto ásperos, su piel no perdona los intensos entrenamientos por más de 10 años, en el índice y el anular resaltan las callosidades que, más que un impedimento, son las marcas de una extensa carrera para el regiomontano de 21 años.