Opinión
Jueves 19 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Divagación sonámbula

Ricardo Yáñez
C

omo los poetas (George Steiner), Heráclito sigue al lenguaje adonde lo lleve, adonde sea receptivo a su autoridad interior y autónoma, con una confianza de sonámbulo y, sin embargo, extremadamente lúcida. Y Eugenio Montejo por su parte advierte que “decía [don Blas, en El cuaderno de Blas Coll] que mejor llegaría a expresarse el que se guiara por el lenguaje de los pájaros, y fuese del sonido a la idea, y no de la idea al sonido, siguiendo los recovecos tramposos de la lógica”.

Procedo por asociación de ideas para entreverar imágenes y decir, con Rafael Vargas (cita de cuyo origen no guardo registro): No recuerdo en cuál de sus libros (estoy, desde luego, lejos de haber leído todos) [Harold] Bloom dice que al leer a ciertos poetas se notaba que escribían escuchando a los pájaros, levantando la vista del papel para voltear a ver el árbol, y que invitaban a ser leídos de la misma manera.

Leer por goce estético [o escribir poesía] es, esencialmente, demorarse, paladear. Ir de una cosa a otra llevados por el impulso es uno de los secretos, atrevo, de la metáfora, y para no pocos la función metafórica es aquello sine qua non el encantamiento de lo lírico. Atendamos (juguemos) el pulso del impulso y desemboquemos en Mallarmé según Carmen Alfonso Segura: “para él, el poema no es una comunicación ‘intelectual’ racionalizable, sino la emanación de un objeto o una visión con palabras que, reunidas para armonizar, como las notas de una composición musical, conducen a un modo… generalizado y de múltiples sentidos”.

Los poetas, volvamos a Montejo, alquimistas de la síntesis (en poesía la brevedad es una necesidad: Ricardo Piglia), tienden acaso por ello a recurrir a un modo raro (el adjetivo es de Aristóteles) del lenguaje, una especie de lenguaje que se habla y se oye a sí mismo, un metalenguaje que en mayor o menor medida aspira a la metafísica, a lo indecible. Juan Ramón: “Lo importante en poesía, para mí, es la calidad de eternidad que pueda un poema dejar en el que lo lee sin idea de tiempo…”

Si verdad es, como quieren Valéry (todo poema es el desarrollo de una exclamación) y Jean Cohen (basta con aguzar el oído para oír en la voz del poeta el eco reprimido de la exclamación subyacente) todo poema es el desciframiento –o la glosa– de un ¡ay! (de asombro, duelo, alegría…).