ue extraño ver a Adán Augusto López Hernández (AA) en segunda fila, ganándose un acomodo visible tras la nueva jefa, Claudia Sheinbaum (CS), el presidente nacional del partido al que hasta ahora no ha logrado desbancar, Mario Delgado, y otros dirigentes partidistas nacionales (del Verde, del Trabajo y de Morena).
No hubo, al menos en los videos más difundidos del acto realizado ayer, ningún intento de rescatarlo e insertarlo en primera fila; tampoco expresiones especiales de bienvenida. Según eso, estaría asumiendo (tardíamente) sus funciones de coordinador político de la campaña de Sheinbaum, enfocado a atender los procesos electorales en nueve entidades federativas.
También podría haber asistido como parte interesada en la lucha interna morenista, pues encabeza una facción en Tabasco, donde él y el subordinado al que dejó como gobernador sustituto, Carlos Merino, recibieron rechifla dominical durante un acto encabezado por Claudia al que igualmente AA inasistió, entre un coro que proclamaba ¡Somos MAYoría!
, en apoyo a Javier May, quien encabeza la oposición a la continuidad del adanismo en el Edén. Sheinbaum hubo de entrar al quite, para proclamar que en Tabasco no hay lugar para divisiones.
La conducta política de quien fue gobernador de Tabasco y secretario de Gobernación fue polémica durante la etapa en que fue aspirante a la coordinación –candidatura presidencial 2024– (despilfarro evidente, abundantes anuncios espectaculares, financistas complejos, uno fallecido en accidente aéreo) y, sobre todo, en el lapso que va desde el momento en que a Sheinbaum le fue entregada la constancia de ganadora del proceso morenista interno hasta ayer, cuando reapareció sin dar una explicación política de su ausencia tan significativa (sobre todo si se toma en cuenta la oposición abierta de Marcelo Ebrard a reconocer el triunfo de Sheinbaum, lo cual debería haber movido a AA a cerrar filas en buena lid, desde un principio, con la científica impugnada y no a comportarse como un rudo desdeñador). Pero, más allá del extraño retorno de Adán Augusto (décadas atrás hubo una telenovela de Televisa, con Lucía Méndez y Jorge Horacio Martínez en los estelares, llamada El extraño retorno de Diana Salazar), la reunión encabezada ayer por Sheinbaum sirvió para que firmaran un acuerdo de unidad (¿al estilo Marcelo Ebrard?) quienes fueron seleccionados para ser encuestados y, a partir de ese método tan adaptable a las circunstancias y necesidades del mando político, definir las virtuales candidaturas a ocho estados y la Ciudad de México.
La reunión de ayer congregó a los cuatro perfiles aprobados por consejos estatales de Morena (controlados en seis entidades por los gobernantes) y a los agregados por decisión del comité nacional. En todos los casos hubo incorporaciones que los consejos estatales no deseaban o no preveían. En todos los casos, dado que la candidatura de Morena tiene una alta probabilidad de ganar la elección correspondiente, hay confrontaciones fuertes que el partido guinda espera disolver cuando haya resultados, aunque se corre el riesgo de repetir la historia de enconos y divisiones del PRD, antecedente de Morena, y del proceso nacional reciente que culminó con la victoria de Sheinbaum.
El 18 de marzo del año en curso fue quemada una efigie de la ministra que preside la Suprema Corte de Justicia de la Nación y, por extensión, el Poder Judicial de la Federación (PJF). Hubo una fuerte reacción declarativa de opositores a la llamada Cuarta Transformación (4T), que consideraron tal agresión ígnea como algo inaceptable, que iría abriendo camino a una escalada de violencia política. El propio Presidente de la República condenó tal acto.
Ayer fue incendiada una imagen representativa de López Obrador durante una protesta de empleados del PJF, que están contra la supresión de fideicomisos y el recorte presupuestal. ¿Habrá similar indignación en comentaristas, articulistas y conductores de programas electrónicos? ¡Hasta mañana!
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