Cultura
Lunes 16 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Carrington y Sigma
Juan Arturo Brennan
Foto
▲ Carolina Politi como Leonora Carrington.Foto Juan Arturo Brennan
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espués de un breve periodo de algo parecido a la felicidad, compartido en la campiña francesa con Max Ernst, la pintora y narradora inglesa (luego mexicana) Leonora Carrington experimentó el emblemático tormento de brincar de la sartén para caer en el fuego. El avance del nazismo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial la expulsó de Francia, y Carrington se refugió en España. ¡Menudo refugio! En la bisagra temporal entre el segundo semestre de 1940 y las primeras semanas de 1941 (es decir, en una Europa en llamas), Carrington sufrió en España toda clase de vejaciones, desde violaciones hasta internamiento siquiátrico, pasando por ser impunemente drogada con toda clase de excusas médicas, sometida a terapias inhumanas y muchas otras atrocidades. Este oscuro e intenso periodo de la vida de Carrington, que la marcó indeleblemente y para siempre, es la materia narrativa de Leonora (oratorio sonámbulo en las tierras de España), trabajo escénico-musical presentado recientemente en el Auditorio del Museo de Arte Contemporáneo en el contexto del Festival Cultura UNAM.

Se trata de un espectáculo unipersonal en el que Carrington es interpretada por la actriz Carolina Politi, quien realiza una verdadera tour de force con el material dramatúrgico de Alberto Conejero. La narración en primera persona de las tragedias de la artista en ese aciago periodo está presentada como un collage autobiográfico primero deconstruido y después recompuesto. Con bienvenida crudeza (sí, masoquistas somos), Politi narra las atrocidades padecidas por Carrington en España, en un monólogo volcánico, intenso y fragmentado, cuya continuidad dislocada y asociaciones inconexas lo hacen (asumo que intencionadamente) muy semejante a ciertos gestos del surrealismo. Politi-Carrington enumera su querencias y rencillas familiares, sus amores y desamores, esperanzas y desesperanzas, fantasías, ensoñaciones y alucinaciones, siempre con la violencia sufrida en España como omnipresente telón de fondo. Un acierto de la dramaturgia de la obra es la percepción que comunica de una Carrington siempre presa, siempre encerrada siempre enredada, literalmente.

El soporte musical del oratorio es una partitura de la compositora mexicana Érika Vega, escrita para el notable cuarteto de saxofones Sigma Project, cuyos integrantes tienen escasa presencia escénica en la obra. La música es abundante en técnicas, modos de producción y gestos que forman parte integral del lenguaje expresivo de Sigma, está bien escrita para los saxofones y, como siempre, es expertamente interpretada, aunque no se percibe en ella la alta exigencia que otros compositores mexicanos han planteado a los saxofonistas españoles en tiempos recientes. Sin embargo, debido a las necesidades teatrales, la partitura de Vega se presenta altamente atomizada y fragmentada, y el resultado general que produce es el de un soundtrack teatral bien concebido y realizado, pero extrañamente disociado de la acción escénica. Habría que escuchar la música de Vega para esta obra de manera continua y sin el elemento escénico para intentar calibrarla de una mejor manera. Un asunto ciertamente desconcertante fue la presencia, en la pista de sonido pregrabada, de citas musicales como La folía de España y el Vals no. 2 de Shostakovich, que restaron poder dramático a ciertas secciones del texto.

Es probable que para algunos espectadores el aprovechamiento máximo de lo que se dice (y a lo que se alude) en el texto del oratorio presuponga un conocimiento mínimo de la vida y obra de Leonora Carrington. Por otra parte, lo cierto es que Leonora (oratorio sonámbulo en las tierras de España) es una de esas obras cuyo contenido, presentación y expresividad estimulan e invitan a profundizar; uno sale del teatro ansioso por averiguar más sobre el amargo paso de Carrington por España, y sobre Max Ernst, y sobre Renato Leduc, y sobre el trayecto del Exeter, y sobre mil cosas más. Pero, sobre todo, después de atestiguar la personificación que Carolina Politi hace de la enigmática y multifacética mujer, uno emerge con el ansia plenamente justificada de revisitar la obra magnífica de Carrington, y no sólo sus creaciones plásticas y visuales, sino también su narrativa, que no es cosa menor.