Economía
Lunes 16 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El terror
León Bendesky
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uien no sepa de David Grossman: de su vida, su obra literaria y su firme posición política liberal en Israel, hallará información suficiente en los medios accesibles en la Internet.

A raíz del ataque de Hamas el pasado 7 de octubre, Grossman escribió un artículo severo, contundente y sin fisuras; una profunda reflexión sobre el significado político y las consecuencias morales de este nuevo episodio de violencia.

Una violencia cada vez más grave que afecta la existencia misma de los involucrados y plantea consecuencias sociales y políticas de gran envergadura, más allá de los confines geográficos específicos del conflicto.

Esto no puede soslayarse, debe ser enfrentado de modo responsable por todos aquellos, en esa región y en todas partes, que puedan y quieran pensar y reflexionar sobre un conflicto humano que, por su esencia así lo exige. Cualquier otra cosa es una secuencia o, peor aún, una mezcolanza de prejuicios, burdas ideologías, simplismo político o de plano mala leche.

Parafrasear a Grossman puede ser en este caso imprudente, seguramente es innecesario. Merece decir aquí lo que piensa.

Ante la brutalidad del ataque terrorista de Hamas, y seamos claros, que nadie trate de minimizar los hechos como son, pues eso sería una indecencia, Grossman dice primero lo elemental: “Miro a la gente a los ojos. Están en shock. En duelo. Hay un peso constante en el corazón. Una y otra vez nos decimos unos a otros: es una pesadilla, una pesadilla como ninguna otra. Que no hay palabras para describirla. Que las palabras no pueden contenerla”.

De ahí pasa directamente a una consideración sobre la gran crisis política del gobierno, que ante el ataque de Hamas y las condiciones en las que ocurrió sentencia que ha generado “Un profundo sentimiento de traición. La traición del gobierno hacia sus ciudadanos. El gobierno…y su destructiva coalición. Una traición a todo lo que valoramos como ciudadanos, y más aún, como ciudadanos de este país…Vimos la negligencia de este Estado”.

Esto tiene que ver, para todo aquel que requiera de contexto, elemento indispensable para comprender los hechos sociales y no actuar de modo facilón, sólo por reflejo y a partir de prejuicios hondamente enraizados, con un liderazgo que debilitó las instituciones judiciales y de justicia, los sistemas de defensa y educación poniendo (al país) en un peligro existencial.

Como fue informado en la prensa internacional durante largos meses, millones de personas en Israel llenaron de modo consistente las calles para protestar ante la fractura de un Estado liberal y democrático, que persiguiera la paz en ese territorio. La sociedad israelí no es homogénea, por si aún hay que recordarlo. En este afán, Grossman ha sido, sin duda, uno de los luchadores incansables durante ya mucho tiempo y una voz con gran peso moral.

No hay cabida hoy para ningún propósito de sacar una renta política e ideológica de índole particular que tergiverse lo que ha ocurrido. Rolando Cordera lo denominó directamente ayer en este diario, se trata de la Barbarie sin adjetivos.

Y Grossman lo pone de modo preciso y con los señalamientos tan necesarios, irrefutables y contundentes en un asunto de esta envergadura: Fue Hamas. La ocupación es un crimen, sí, pero forzar a los niños y luego dispararles a sangre fría es un crimen aún más atroz. Incluso en la jerarquía del mal, hay grados de maldad que la razón y el sentido común pueden identificar. Las cosas están documentadas para quien todavía necesite verlas y confrontarlas. Hay que poner en marcha el sentido común.

La pregunta obligada la hace Grossman y nos atañe a todos porque no podemos ser individuos completos sin los otros, como afirmó Emmanuel Levinas. Así que la cuestión concierne a los que están en el terreno de la guerra y los que presenciamos los hechos a distancia; nadie se salva. Quien piense que está al margen se equivoca. Quien quiera sacar raja de lo que ocurre y escurrirse, no puede hacerlo más que engañándose a sí mismo y engañando a los demás. Eso es cobardía.

Y cuestiona Grossman de modo decisivo y extendido: ¿Quiénes seremos cuando surjamos de las cenizas y volvamos a nuestras vidas? ¿Quiénes seremos, qué tipo de personas seremos después de estos días, después de haber visto lo que hemos visto? ¿Dónde podemos empezar de nuevo después de la destrucción y pérdida de tantas cosas en las que creíamos y confiábamos? Este sentimiento se aplica hoy de manera universal, recorramos tan solo un mapamundi. ¡Tengamos escrúpulos!

Desde estas preguntas esenciales en un pensamiento humanista se tiene que volver necesariamente a la cruda realidad: ¿cuál será el escenario político y militar que resulte de esta enorme violencia desatada de nuevo en Medio Oriente? ¿Cómo asimilarán las personas y las sociedades en conflicto este nuevo reto existencial? ¿Cómo se reconfigurará la situación política y militar en la región? ¿Qué repercusiones habrá más allá de esos confines? Y añado: ¿Cómo nos ajustaremos todos los demás? Lo que ocurra en esa zona del mundo, será clave por mucho tiempo y marcará la vida de millones de personas ahí y en muchas partes más. El terrorismo sostenido en el fundamentalismo religioso de una parte relevante del Islam se ha ido asentando. Es abominable desde cualquier lado del que proceda.

El terror y la guerra desatada otra vez en Medio Oriente pone a prueba y exhibe también a los líderes sociales y políticos en todas partes. Callar es conceder. Recurrir a banalidades y evitar pronunciarse decisivamente es oportunismo.

No hace falta recurrir al diablo para entender el mal

Rüdiger Safranski