Cultura
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Celebran centenario de Nacho López con exposición en Xalapa
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▲ Imagen de Nacho Lopez, de la serie Globero (1958), plata sobre gelatina, incluida en la muestra El México de Nacho López: 100 años, 100 fotografías.Foto cortesía del Acervo Documental y Artístico de Nacho López
Eirinet Gómez
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 12 de octubre de 2023, p. 4

Xalapa, Ver., En la casona xalapeña que alberga la Galería Alva de la Canal, la exposición dedicada al fotógrafo Nacho López para celebrar el centenario de su natalicio abre con una imagen en la que se observa el Palacio de Bellas Artes a través de un globo transparente. A su alrededor, otras escenas muestran el paisaje urbano, así como los personajes y oficios de la Ciudad de México en la época de los años 50.

La muestra El México de Nacho López: 100 años, 100 fotografías es muy emotiva para la familia por el arraigo que el fotógrafo tuvo con Xalapa y la Universidad Veracruzana, instancia con la que tuvo una nutrida relación entre los años 60 y 70. Nacho López promovió que los talleres, en los que él participaba y que se impartían en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México, se trajeran a esta ciudad.

Nacho López buscó generar esas imágenes de transeúntes, personajes de la vida cotidiana, escenas surrealistas y encuentros cotidianos que nutrieron no sólo sus fotorreportajes, sino la cultura visual de México, dijo Santiago Pérez Garci, coordinador del recinto y curador de la exposición junto con Citlali López, hija del artista, y el fotógrafo y editor Alberto Tovalín.

Estas series son de los años 50, cuando la ciudad empieza a crecer, y lo que Nacho trató de captar son estos Méxicos diversos que hay en la ciudad, desde paisajes rurales, semirrurales y los procesos de urbanización, agregó Citlalli López, quien hizo una distinción entre las imágenes captadas infraganti y otras en las que se aprecia la propuesta estética.

La imagen Dolly Sisters, incluida en la muestra, de dos bailarinas en posición espejo, una gran sonrisa y vestuario de cabaret destaca entre el registro fotográfico de espacios de ocio y divertimento, como las carpas, las pulquerías y los espectáculos nocturnos de la metrópoli.

“En aquel tiempo no había espacios para que los fotógrafos de prensa crearan, él decía que siempre estaban sobre la marcha: una foto y al día siguiente, otra. No había posibilidad de hacer un análisis de lo que se realiza y presentarlo como tal, por lo que propuso a la revista Siempre que le dieran oportunidad de integrar reportajes, y así fue como surgieron 30 fotorreportajes de diferentes tipos”, contó Citlalli López.

La también investigadora de la Universidad Veracruzana agregó que para su padre era muy importante que los fotógrafos pudieran pensar sobre su obra, armar estas ediciones especiales y escribir, porque él acompañaba estos fotoensayos con sus propios textos, y había temas muy irónicos, otros con mucho amor, algunos muy lúgubres.

Fotoensayos

En la parte central de la exposición se encuentran los icónicos fotoensayos que Nacho López realizó para revistas y periódicos, donde destacan series emblemáticas como Cuando una mujer guapa parte plaza por Madero y Venus se fue de juerga por los barrios bajos.

“Él hizo varios de estos juegos con la intención de capturar la reacción de la gente frente a escenas inusitadas, poco frecuentes, cómo el que un hombre anduviera cargando un maniquí por la ciudad.

Para él era una forma de hacer cine, porque son imágenes que te van contando una historia. Él siempre quiso trabajar en cine y lo hizo de forma independiente en el Instituto Nacional Indigenista, aunque siempre se definió como fotógrafo, agregó Citlalli López.

Hacia el final de la muestra, organizada en colaboración con el Centro de la Imagen y el Sistema Nacional de Fototecas, se incluyó un apartado en el que se plasma el compromiso de Nacho López con el mundo indígena, que lo llevó a interesarse en las tradiciones ancestrales de distintas etnias, como los huicholes, coras, mixes y tsotsiles.

Esta forma que tuvo de concebir al México indígena fue muy particular porque él no quería caer en el folklorismo, siempre asumió su otredad y quiso establecer el acto fotográfico con un sentido de amistad con ellos. A partir de esa relación vemos una visión humanista en sus imágenes, en las que también plasmó el rezago y el olvido al que estaban sometidos, puntualizó Pérez Garci.

Citlalli López contó que para hacer estos fotorreportajes, Nacho López se iba por uno, dos o tres meses con los grupos originarios. Contaba que no era llegar y disparar, sino que había que establecer un contacto y una comunicación con ellos.

El cierre de la exposición contiene escritos, fotografías, carteles y material hemerográfico que documentan el trabajo intelectual y la convicción humanista que acompañaron la trayectoria del fotógrafo.

Esta exposición es muy entrañable porque nos muestra que Nacho López era un investigador. Están las fotografías, sí, pero también hay un importante trabajo documental, hemerográfico. Él se documentaba, leía y escribía, contó su hija.

“Es un evento muy importante de memoria, sobre todo para que los jóvenes conozcan esta parte histórica de la vida cultural de la que Nacho López formó parte, de su papel en la fotografía, el cine y en la educación de nuevos fotógrafos.

Durante su trabajó en Xalapa, que combinaba paralelamente con el que tuvo en la Ciudad de México, hubo un gran movimiento de artistas como Lola Álvarez Bravo, Héctor García y Manuel Álvarez Bravo, quienes resaltaron la importancia de la fotografía no como una pieza de arte, sino como un documento social, para lo que era esencial tener estudios para eso, porque antes se consideraba un oficio.

Citlalli López insistió en que su padre consideraba que para ser fotógrafo había que tener las bases técnicas y la capacidad intelectual en términos históricos que permitía conocer los contextos para analizar las imágenes y saber qué mensajes se estaban comunicando y dónde.

Otro aspecto por el que Nacho López también ganó relevancia dentro de la Universidad Veracruzana fue por la documentación visual de sus grupos de danza. Él fue de los primeros que registraron la semana de la danza, un evento que todavía se realiza y que tiene relevancia a nivel nacional. Siempre soñó con hacer un libro de fotografía de la danza, donde se registraran sus expresiones, desde la folklórica hasta la danza contemporánea.