Opinión
Martes 10 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad perdida

No confundir protesta con alboroto

Miguel Ángel Velázquez
E

ntender que la protesta libre, sin miedo a la represión, ha sido aprovechada por algunos profesionales del alboroto para medrar con las causas de otros, es fundamental para establecer diferencias entre la demanda genuina y el reclamo que no quiere soluciones, sino que forma parte de un sistema que tiene como fin desacreditar las acciones de gobierno que buscan respuestas a los problemas reclamados.

Con absoluta seguridad, los profesionales del alboroto intentan provocar, envueltos en causas justas, una reacción que contradiga la política de no represión que estableció el gobierno, por ejemplo de esta ciudad, desde el inicio de la gestión de Claudia Sheinbaum, cosa que hasta el momento no ha sucedido.

La manipulación de grupos muy sensibles o vulnerables por los profesionales de la protesta se ha convertido en un muy peligroso accionar que cualquier día se puede salir de control y ocasionar algo más grave que la propia protesta.

Es impensable que las madres o los padres de jóvenes desaparecidos, por ejemplo, se sometan a un silencio enfermo y deshumanizado. La presión de ellos a las autoridades no sólo es importante, sino valiosa, pero también debe considerarse y apartar la labor que se hace de cada lado.

Las personas víctimas de la violencia saben del manejo de sus intereses, y con ello me refiero a las formas de presión que ejercen hacia la autoridad, y tienen como prioridad obtener respuestas a sus demandas, pero a las que poco les importa la salud política de la o el que encabece el organismo demandado. Esa línea está clara.

Del otro lado están quienes, con otros fines, juntan apenas piquetes de gente y los llevan a las calles en busca de ganancias políticas y no de respuestas a problemas concretos.

Esto, hay que decirlo, muchas veces se alimenta de la desesperación de quienes reclaman justicia, pero parece que ese no es el sentido de quienes de pronto aparecen a un lado de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México para tratar de impedir que la fiscal, Ernestina Godoy, continúe al frente del organismo.

La ciudad capital, por ahora puede gozar de una salud parcial en seguridad. Amplias zonas son, en este momento, lugares de indudable confianza y es sabido que el crimen se persigue en todos los ámbitos y todos los lugares sin distingos.

La labor de Ernestina Godoy podría ejemplificarse con el asunto del fiscal de Morelos, Uriel Carmona, a quien contradijo, con los elementos de prueba en la mano, en el caso Ariadna Fernanda López.

En el asunto, pese a las pruebas, ha sido muy difícil ejercer justicia, mientras las ayudas, por decirlo de algún modo, que ha recibido Uriel Carmona se han sucedido una tras otra con inmensa facilidad.

Y no sólo eso, también se convirtió en el blanco de quienes cotidianamente pretenden descalificar cualquier acción de gobierno, pero nunca resolver el problema demandado. Por eso es necesario no confundir la protesta genuina de aquella con la que se quiere dañar a organismos y personas que no van de acuerdo con este gobierno, como le ha sucedido a Ernestina Godoy.

De pasadita

Más allá de las ciclovías, cuya construcción se ha convertido en la primera causa del caos vehicular en la ciudad, la inutilidad de la Secretaría de Movilidad se da por montones.

Aunque no se puede dar la razón a quienes han bloqueado las entradas a la ciudad con el uso de pretextos cualquiera en los últimos días, sí es importante tener en cuenta que esa secretaría no ha sido capaz de entregar buenas cuentas a la ciudadanía. Hay que tener cuidado.