Opinión
Sábado 7 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Conclusiones de San Sebastián 2023
Leonardo García Tsao
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▲ Víctor Erice al recibir el premio Donostia.Foto Afp
C

oncluido el sábado pasado, el 71 Festival de San Sebastián dejó un saldo positivo, sin duda. El evento cinematográfico más importante de habla hispana ha encontrado un balance en su extensa programación –se exhibieron 230 largometrajes a un número récord de 150 mil espectadores– si bien no ha podido darle el peso suficiente a su sección oficial, por razones que ya he expuesto.

De hecho, son demasiadas las ofertas de material interesante del festival.

Uno apenas puede cubrir la sección de competencia Horizontes Latinos y la selección de Perlak, que recoge, con acierto, películas de anteriores certámenes.

Quedan como interrogantes los múltiples títulos que integran las secciones New Directors, Zabaltegi-Tabakalera, Made in Spain, entre otras. De la retrospectiva dedicada al cineasta japonés Hiroshi Teshigahara, por ejemplo, no pude ver una sola película.

Algo que echaron de menos los periodistas que cubren la fuente de espectáculos fue la presencia de estrellas hollywoodenses, debido a la prolongada huelga sindical de SAG/AFTRA. Incluso Javier Bardem, a quien se le iba a otorgar el premio Donostia y cuya imagen adornó la publicidad del festival, se plegó a las exigencias de la huelga y pospuso su asistencia al año próximo. Desde luego, estaban presentes las estrellas europeas, pero por alguna razón, no son suficientes para mantener entretenidos a los paparazzi. Si no me equivoco, la única presencia hollywoodense fue la actriz Jessica Chastain, quien asistió al festival para acompañar la exhibición de Memory, la más reciente película del mexicano Michel Franco, programada en Perlak.

Quien sí estuvo presente para recibir su premio Donostia fue el mítico director español Víctor Erice, quien presentó su última realización, Cerrar los ojos, antes de su estreno en las salas del país. La película –estrenada en Cannes, inexplicablemente fuera de competencia– es otra obra maestra a cargo de Erice, quien hace 50 años recibió la Concha de Oro por su ópera prima El espíritu de la colmena. Esperemos que esa emotiva reflexión sobre la memoria, el tiempo y el cine pronto llegue a exhibirse en México.

Si los años en que el crítico Diego Galán estuvo al frente del festival fueron de maduración, el tiempo en que José Luis Rebordinos lo ha guiado, desde 2011, ha sido de conso-lidación. Desde luego, más allá de lo exhibido durante nueve días, la trascendencia del festival se mide en los proyectos de desarrollo, coproducción y financiamiento de películas que se negocian tras bambalinas. (Por ejemplo, la película ganadora de la Concha de Oro, O corno, de Jaione Camborda, fue desarrollada en el programa de residencias Ikusmira Berriak en 2020, en su fase de proyecto).

Hasta el clima colaboró para hacer de esta una edición memorable. Salvo un primer día de lluvia torrencial, el resto del festival se llevó a cabo bajo un sol esplendoroso y temperaturas cálidas, fenómeno que en España llaman el Veranillo de San Miguel. No se puede pedir más.

X: @walyder