Opinión
Sábado 7 de octubre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Superando el 2 de octubre en Jalisco
José M. Murià
E

l 2 de octubre en Jalisco no pasó nada. De hecho, la Universidad de Guadalajara ya había franqueado días antes sus puertas al presidente Díaz Ordaz para que hiciera su gesto de ofrecer la mano a los estudiantes rebeldes del DF y de otras partes de la República. La mano está tendida, dijo, pero los rebeldes le contestaron que le hicieran la prueba de la parafina, pues ya estaba manchada de sangre…

La insurrección en la capital de Jalisco se había gestado a principios de septiembre, cuando comenzaban las clases, y la Federación de Estudiantes de Guadalajara, la terrible FEG, se encargó de sofocarlo con mano muy dura.

De hecho, la mentada organización más o menos estudiantil, sustentada por eficientes golpeadores, con base en la gratitud presidencial y el armamento que les proporcionó la 15 Zona Militar, se apropió entonces de la dicha casa de estudios y la gobernó toda ella con mano intransigente durante dos décadas, dejando el nivel académico y el prestigio en verdad por los suelos. Incluso llegó a haber un par de lamentables rectores de dicha procedencia.

No fue sino hasta 1989 cuando se inició una renovación que, con el tiempo, la dotó de gran prestigio en ciertos aspectos y de una general mejoría.

Lo cierto es que lo poco bueno que había se vio obligado a emigrar a otras instituciones y, en muchos casos, fuera de la ciudad y hasta del mismo país.

No fue fácil limpiar la casa a partir de 1990, pero a fin de cuentas se consiguió. No tiene caso recordar muchos ejemplos de que la vida universitaria iba mejorando: el festival de cine, la Feria Internacional del Libro, la producción editorial, la reincorporación de universitarios distinguidos, etc., que no tardaron en hacer sentir durante la década de los 90, que la U. de G. había dejado de ser aquella cueva de gorilas voraces de los años 70…

Lo cierto es que tal renovación fue encabezada por un personaje singular: bien enterado como estaba de la situación de su alma mater y, a diferencia de los capos de ese tiempo, enterado también de lo que debía ser una universidad pública, primero rescató a universitarios tapatíos que andaban desperdigados y, con los años, logró cambiar totalmente la fisonomía de su casa de estudios.

Ya pocos se acuerdan de aquellos nefastos años, entre otras cosas porque ya han pasado muchos, pero conviene tenerlos presentes ahora que se avecinan cambios.

El gran líder de la transformación, Raúl Padilla López, pasó ya a mejor vida y, como es natural, se avecinan cambios en el seno universitario. Hay condiciones para que éstos resulten benéficos, pero también hay peligro de que los rufianes vuelvan a las andadas…

Hay que hacer votos para que el criterio académico se mantenga y la transición que se avecina resulte en verdad benéfica. Sería una lástima que seguidores de aquellos gorilas volvieran a las andadas y recuperaran sus antiguas posiciones.

No parece fácil, pues una estructura de espíritu en verdad académico se ha consolidado debidamente en la Universidad de Guadalajara, pero lo cierto es que nunca se sabe, máxime cuando el gobierno actual de Jalisco tiene muchos nexos con aquel ancien régime de nuestra máxima casa de estudios. Lo bueno es que ya parece llegar a su fin.