Política
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Ante la impunidad, persiste la exigencia de justicia

A 55 años de la matanza en Tlatelolco reiteran: ¡2 de octubre no se olvida!
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▲ Durante el mitin en el Zócalo, Félix Hernández-Gamundi, del Comité 68, expuso que ese año el viejo régimen puso el principio de su fin.Foto Cristina Rodríguez
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▲ Contingente estudiantil en la marcha.Foto Roberto García Ortiz
Jessica Xantomila y Emir Olivares
 
Periódico La Jornada
Martes 3 de octubre de 2023, p. 4

Cincuenta y cinco años después, la acusación es la misma: ¡Fue el Ejército! Al paso del tiempo la exigencia de justicia se mantiene viva ante la vigencia de la impunidad y el grito ¡2 de octubre no se olvida! retumbó de nuevo.

Al conmemorar la masacre de Tlatelolco, el Comité 68 enfatizó en redes sociales: Pese a los intentos de exculpar al Ejército Mexicano de su participación en el genocidio del 2 de octubre, hoy lo decimos fuerte y claro: ¡Fue el Ejército! ¡Fue el Estado.

Miles de jóvenes –de ayer y hoy– tomaron una vez más las calles. Ni perdón ni olvido!, reivindicaron al marchar de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo, donde se realizó el mitin central.

Desde ahí, el histórico líder del Comité 68, Félix Hernández-Gamundi, afirmó que el movimiento estudiantil de aquel año constituyó un gran estallido de la conciencia de la juventud y del pueblo mexicano. El 68 no es sólo el 2 de octubre, porque ahí el viejo régimen puso el principio de su fin.

La creatividad juvenil se hizo presente, y en cientos de pancartas, mantas y pintas –que resistieron la constante lluvia a lo largo de la ruta– refrendaron la exigencia de justicia y que los perpetradores sean juzgados.

Somos nietos del 68, hijos del 71 y hermanos de los 43 (de Ayotzinapa), Ser estudiante jamás será pecado, Menos policías, más educación, Eres fruto de esta tierra bañada en sangre.

En medio de la juvenil marea humana, apareció de pronto una efigie acartonada del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, acompañado del calificativo con el que ha pasado a la historia: ¡Asesino!

En otro punto de la movilización, trompetas y percusiones a ritmo de ska hicieron evidente que la música también es protesta y lucha, mientras estudiantes brincaban al grito de: ¡El que no brinque es porro, el que no brinque es puerco! La lluvia no los hizo claudicar.

En su discurso, Hernández-Gamundi refirió que aquella noche, en Tlatelolco, el gobierno evidenció todo aquello de que era capaz y de qué no. “No era capaz de escuchar al pueblo y de atender las demandas populares (…) y el viejo régimen del priísmo comenzó a irse para abajo”.

Esa caída, agregó, lo hizo trasmutar en una fiera herida que golpeó a la movilización social. Tras el 2 de octubre vinieron otras represiones: el 10 de junio de 1971, la guerra sucia, la violencia contra los zapatistas.

Es muy larga la historia de los agravios, y así llegamos al 26 de septiembre de 2014, con la criminal agresión en contra de los estudiantes de Ayotzinapa.

El líder estudiantil de aquellos años –muchos se han ido de esta vida con el pendiente de la justicia– aseveró que todos estos crímenes se mantienen en la impunidad y llamó a seguir luchando, pues de no vencerla la violencia continuará.

Jóvenes de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma Metropolitana, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, normalistas y de otras instituciones, que fueron el brazo fuerte de la movilización, acompañaron a la vieja guardia del Comité 68, que junto con los padres de los estudiantes de Ayotzinapa encabezaron la marcha.

Fue el Ejército, tanto en el 68 como en 2014 (Ayotzinapa), se lanzó desde el templete, donde se colocó una bandera de Chile a manera de homenaje al presidente Salvador Allende, a 50 años del golpe de Estado; también se pasó lista por los ausentes.

Participó una representación de las familias de los 43 normalistas, que manifestó su exigencia de justicia, presentación con vida y que los militares entreguen toda la información que tienen sobre el caso.

Es una farsa y una mentira que digan que ya proporcionaron todo, expresó Melitón Ortega, vocero de los familiares.

A lo largo del recorrido no se observó presencia policiaca. Unos 50 jóvenes vestidos de negro y con los rostros cubiertos hicieron algunos destrozos. Al llegar al Zócalo, poco les importó el mitin y se lanzaron contra las enormes vallas metálicas que cercaban Palacio Nacional.

Sus empeños no tuvieron éxito. Ni sus patadas, martillos, mazos, petardos y bombas molotov les valieron para derribar el muro, que unos 20 minutos después pudo ceder, pero de inmediato un grupo de policías capitalinos reaccionó y se dio una leve escaramuza entre los miembros del autodenominado bloque negro y los uniformados.

Los encapuchados, junto a un grupo de manifestantes que observaba el enfrentamiento, se dispersaron una vez que los policías lanzaron gases que causaron ardor en los ojos y garganta, y dificultades para respirar.

La titular de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, Nashieli Ramírez, indicó que sólo hubo algunos jóvenes con lesiones leves y que el saldo fue blanco.

Horas después, el Comité 68 demandó en redes sociales al Gobierno de la Ciudad de México aclarar la procedencia y uso de gases lacrimógenos que interrumpieron el desarrollo de una jornada pacífica.