nte la pandemia la insuficiencia de los sistemas de salud en el mundo prácticamente los hizo colapsar, por lo que mediáticamente miedo e inmovilización fueron fomentados, imponiéndose el confinamiento como recurso preventivo. Nunca sabremos el monto de las infinitas ganancias obtenidas por las farmacéuticas productoras de vacunas seguras
, así como los de cubrebocas y desinfectantes de innovadora tecnología, todo con el noble propósito de preservar o recuperar la salud de las personas.
Y si no sabremos de las incalculables ganancias de unos cuantos, menos nos enteraremos de las cuantiosas pérdidas de las mayorías en lo emocional, económico, laboral, familiar y educacional. Por ello, el sistema, insensible a estas minucias, advierte de nuevos brotes de covid-19, recomienda volver a extremar precauciones y retoma el miedo como recurso para evitar enfermar o morir. Pero el lastre mayor de la humanidad es el miedo inculcado y reforzado por una educación, familiar y escolar, que no eleva la conciencia.
Los poderes conspiran desde siempre: antes, creced y multiplicaos; luego, miedo al infierno y al fuego eterno; hoy, miedo a la muerte anticipada por virus mortales y, de paso, la posibilidad de comprobar que nuestra amedrentada credulidad haya sido manipulada en exceso y que los métodos impuestos no fuesen los más adecuados.
Quizá por ello algunos lectores pasaron a indignarse con la columna anterior (18 de septiembre), pero esa indignación mal disimula el miedo a enterarse de verdades cada día más evidentes y a sentir otra vez la indefensión ante una nueva amenaza de pandemia, de confinamiento y de trastornos varios ante las perturbadoras aproximaciones de La Puntual, léase La Muerte, no por temida menos ordinaria ni por rechazada más evitable.
Más que cuestionamientos, entre otras descalificaciones escribieron: “basura conspiracionista… teorías conspiranoicas… puros chismes… malvadas corporaciones farmacéuticas que según tus delirios inventaron el covid para hacerse millonarios… afirmaciones tan irresponsables como estúpidas porque no tienes ninguna forma de demostrarlas y sólo incitan al miedo y a la ignorancia…”. Y este ripio benévolo: porque la vida es fugaz y con el virus más
. En cualquier caso, la consigna sigue siendo evitar angustiarnos, rehuir el miedo y atrevernos a dudar.