Miércoles 27 de septiembre de 2023, p. 8
San Sebastián. El omnipresente actor argentino Leonardo Sbaraglia salta de proyecto en proyecto, de película a serie, de país en país. Ahora acudió a San Sebastián para participar en la competencia por las Conchas con Puan, una comedia de María Alché y Benjamín Naishtat, coprotagonizada por Marcelo Subiotto. En ella interpreta a un profesor de filosofía que ha pasado años trabajando en Europa y ha regresado a Argentina, amenazando el puesto en la universidad de un colega que no salió del país. La Jornada habló con él en exclusiva.
Su personaje aporta autenticidad a esta historia. Llega de forma arrogante y prepotente, pero a lo largo del tiempo se va volviendo más humano, se redime...
–Así es, tal cual. Es increíble lo bien que han logrado los directores transmitir la humanidad de los personajes que los va alejando de ese lugar de ring, de la competencia. De pronto parece que la vida y el sistema los quiere poner en un ring de lucha, que después se va desarmando y humanizando. El personaje de Rafa entiendo que está puesto, fundamentalmente, para iluminar algo de la crisis del personaje principal de la historia, que es Marcelo Pena. Sin embargo, el de Rafael también va teniendo su vuelta de tuerca y su humanización.
–El otro personaje, Marcelo, realmente vive unas crisis tremendas. Además, se ve cómo va haciendo de todo por congraciarse y ganarse su puesto. Debe ser algo muy duro toda esta competencia entre dos personajes tan importantes.
–Sí, creo que realmente es una película que logra poder establecer y contar muchas dimensiones de la realidad. Me parece que los personajes están muy bien observa-dos y contados por Benjamín Naish-tat y María Alché, quienes, además, conocen muy bien este mundo académico y filosófico, ya que el papá de Benjamín es filósofo, por lo que logra transmitir los detalles y los pliegues de este mundo y esta situación. Como te decía, lo hacen con mucha sabiduría y con mucha complejidad. En esta situación se usa el mundo de la filosofía, en realidad, para hablar sobre los temas que todos los seres humanos nos preguntamos, y quizás, ni siquiera sabemos que nos los estamos preguntando, ¿qué somos? ¿Para qué estamos? ¿cómo seguimos frente a la muerte de alguien tan querido que nos había contenido y guiado hasta ahora?, y frente a esa muerte surgen nuevas preguntas.
–¿Le gusta la filosofía?
–No sé si me gusta a mí particularmente. El poco contacto que he tenido, tanto con la sociología como con la filosofía, es bueno... A mí escuchar los diálogos de la película y escuchar a Marcelo, que es alguien muy culto, me hace pensar siempre en decir: ¿cuánto más contenido humano uno puede tener? Me dan ganas de ser más culto, de leer más y de entender mejor, porque cuando uno entiende y está más formado puede observar la realidad con herramientas que, de pronto, no se tienen tan a mano, e igual sí que son herramientas valiosas de tener.
–Usted es una persona que, además, absorbe de cada obra que hace, lo cual es muy rico, porque hace cosas muy variadas y creo que lo importante del cine y de todo esto es poder entrar en cada personaje y entender la historia.
–Por eso voy eligiendo lo que quiero hacer. Muchas veces digo: Me hubiese encantado tener un año de trabajo
, ya que todos los personajes te invitan a poder aprender. No conocía tanto de Espinosa, por ejemplo, y me hubiese gustado mucho haberme enterado sobre gente que ha entendido y creado herramientas sobre la realidad hace tantísimos años, pero que siguen siendo muy actuales en la reflexión. Creo que justamente el terreno del que yo creo que la película habla tiene que ver con este terreno, con el cual empezamos la nota. De pronto la vida y las condiciones del mercado te ponen en una situación de lucha en un ring, donde parece que el único medio es la competencia. Creo que hay posibilidades de desobedecer a eso y no competir, sino aliarse y aprender el uno del otro, poder intercambiar conocimientos y experiencias para establecer una sociedad donde, como dice el personaje de Rafael: el dolor de uno debiera ser el dolor de todos, y donde la alegría no solamente debiera ser un derecho, sino que debiera de ser el primer derecho
, y esto me parece esperanzador.
El humor es el mejor instrumento para decir cualquier verdad, dolorosa o no. Es espectacular, lo más inteligente, más en una película donde al espectador le tienes que hacer entrar en tu mundo. El humor es un vehículo maravilloso para entrar en la historia, y esta película lo tiene y mucho, un humor muy inteligente, muy humano y muy bien observado por Naishtat y Alché.
–El final nos deja con una inquietud. Marcelo se fue a Bolivia, ¿qué hizo Rafael? ¿se quedó o regresó a Frankfurt?
–Creo que Rafael también entró en una crisis de bajada a la tierra Argentina, donde las condiciones son diferentes a las que estaba acostumbrado; probablemente hace 20 años, que no tuvo que lidiar con cortes de calles, con duchas compartidas o con poner el cuerpo para la lucha colectiva.