Opinión
Lunes 25 de septiembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Plaguicidas: la gran industria química
Iván Restrepo
D

esde 1992 se transmite ARTE, canal de televisión financiado por Francia y Alemania. Su misión: ser un medio de comunicación público que analiza los temas que preocupan e interesan a los ciudadanos europeos y del resto del planeta. Como la lucha por el desarrollo sostenible y contra las desigualdades sociales, culturales, económicas y geográficas. O por cuestiones de género o discapacidad.

ARTE ofrece sus programas gratuitamente en alemán, francés, inglés, italiano, polaco y español. Se pueden ver en YouTube y en los demás medios masivos de comunicación. Es el mejor que existe por su variada programación, que incluye lo relacionado con el arte y la literatura y los temas más actuales; igualmente películas de diversos países y documentales sobre historia.

Un campo muy abordado es el de la relación del ser humano con el ambiente. Desde hace 15 años aborda los problemas que ocasionan los agroquímicos. En 2009, por ejemplo, ARTE comentó las medidas adoptadas por el Parlamento Europeo en los países que lo integran sobre el retiro de 22 plaguicidas y herbicidas calificados de muy peligrosos para la salud y el ambiente en siembras importantes que hacen parte de la llamada dieta mediterránea. Como las de naranjas, limones, aceite de oliva y hortalizas.

Las medidas fueron muy criticadas por los agricultores, alegando que no obtendrían buenas cosechas al no contar con alternativas para combatir las plagas. Y además, lo inconveniente de traer los productos de dicha dieta de terceros países, donde la legislación sobre agroquímicos es muy laxa o no existe. No faltaron los que alegaron no estar probado el daño que dichos compuestos ocasionan a la salud de las familias campesinas y a los consumidores.

Eso no es verdad pues desde 2007 investigaciones realizadas por especialistas del Hospital Universitario de Granada, detectaron hasta ocho plaguicidas diferentes (lindano, endosulfandiol y p,p’DDE, que es un metabolito del DDT, por ejemplo) en el tejido de las placentas de las mujeres en el sur de España. Y malformaciones urigenitales en los bebés. En esa región existe la mayor concentración de invernaderos agrícolas de Europa. Cabe recordar que el DDT está prohibido allí y en decenas de países de otros continentes. Entre ellos México, donde llega de contrabando por la frontera sur. Otros estudios demostraron que la exposición fetal a esos y otros productos químicos, ocasionan daños en el cerebro en desarrollo y diversos desórdenes neurológicos, entre ellos, retraso mental.

A esos casos y a otros más ocurridos en el mundo se han referido los documentales de ARTE los últimos tres lustros. Hace dos semanas, uno especial mostró los efectos devastadores en los insectos de la agroindustria que requiere plaguicidas en alto grado. En el documental se destaca cómo los insectos son fundamentales para la producción de alimentos, pues son polinizadores por excelencia. Y de manera destacada las abejas. Redordemos los daños que sufrieron varias comunidades en Campeche que viven de la apicultura, cuando los residuos de sustancias tóxicas aplicadas en campos agrícolas comerciales, mataron a cientos de miles de abejas. El viento se encargó de llevarlos a las comunidades vecinas. Y nadie pagó por el daño ocasionado a los apicultores.

El arsenal agroquímico no distingue especies al utilizarse en los grandes campos de cultivo, como los de soya en Brasil y Argentina. Y más si se trata del glifosato, muy señalado de ser origen de diversas afectaciones a la salud de quienes lo utilizan o viven cerca de las áreas donde se esparce. Otro caso es su aplicación en los extensos monocultivos agrícolas de Estados Unidos. Allí mata al algodoncillo, del cual se alimenta la mariposa monarca en su tradicional viaje a invernar en los bosques de Oyamel de mi pueblo, Angangueo, y poblaciones vecinas, en Michoacán.

Está probado el daño que ocasionan los plaguicidas. Pero por defender los intereses de la gran industria química, los funcionarios, legisladores y políticos de México y el mundo (que viven de nuestros impuestos), siguen sin regular y/o prohibir el uso de dichas sustancias. Incumplen así la obligación que tienen de cuidar la salud de la población y la biodiversidad. Mayor irresponsabilidad… imposible.