Opinión
Domingo 24 de septiembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nanchital y los residuos en el sur de Veracruz: un reto colectivo
Raúl García Barrios e Hipólito Rodríguez
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urante muchos años, en el sur de Veracruz, la autoridad no enfrentó el problema que implica la proliferación de tiraderos de basura a cielo abierto. El más grande y visible era Las Matas, ubicado entre Coatzacoalcos y Minatitlán, pero por todas partes se acumularon lomas de basura. ¿Por qué? La rápida industrialización y débil capacidad de planeación explican en parte el problema. Zonas urbanas que en otras regiones se constituyeron en cien o más años, en el sur de Veracruz se formaron en apenas dos o tres décadas. En muy poco tiempo la población urbana se multiplicó, pero la satisfacción de sus necesidades siguieron con retraso. A pesar de ser una región que ha aportado muchísimo a la economía nacional, los habitantes no han disfrutado proporcionalmente de esa riqueza, pero sí han sufrido los impactos. La basura forma gran parte de este escenario de necesidades no atendidas. Sin excepción, empresas y hogares generan residuos (cerca de un kilogramo al día per cápita) cuya gestión adecuada requiere de inversión en infraestructura, pero los gobiernos municipales de la región no pusieron la atención debida. El resultado es que doquier hay lomas de basura mal manejada que afectan a la salud y ocasionan el deterioro del medio ambiente.

Desde hace un año, en respuesta a una petición del gobierno de la República, un grupo de expertos cercanos al Conahcyt nos abocamos a elaborar un nuevo modelo de gestión de los residuos en la región. Decidimos, en primer término, encargarnos del tiradero de Las Matas y, tras meses de trabajo, en colaboración con la Semarnat, los gobiernos municipales y el estatal, avanzamos en los esfuerzos para proceder a su clausura definitiva. No pueden seguirse depositando desechos en un lugar que desde su origen es irregular: ¡no puede haber un basurero sobre un humedal! Las Matas violenta las normas, aunque todos los demás tiraderos a cielo abierto también son un riesgo enorme.

Pero ir más allá en este camino exige que todos colaboremos. Ahora toca a la población y a las empresas de la región reconocer que todos los tiraderos a cielo abierto deben eliminarse. De ahí partimos: ningún municipio en el sur de Veracruz debe disponer su basura de mal manera. La obligación y el compromiso de las autoridades es construir buenos sitios de disposición final. Los rellenos sanitarios son infraestructuras que, a diferencia de un tiradero a cielo abierto, no deben contaminar ni afectar la calidad de vida de la población.

En un buen relleno sanitario se cubren constantemente los residuos para evitar que emita malos olores o atraiga fauna nociva; tiene una geomembrana en buen estado, una capa que impide las filtraciones masivas de lixiviados al subsuelo y evita las contaminaciones a los mantos freáticos; cuenta con los dispositivos para procesar los lixiviados y el metano que desprende la basura, eliminando otras importantes fuentes de contaminación y riesgo, y, ante todo, debe construirse en un sitio geofísicamente adecuado.

En contraste con lo que ocurría antes, ahora se han realizado estudios técnicos para identificar qué sitios de la región cumplen con los requisitos que plantean las normas. La mala noticia es que en el enorme delta del gran río Coatzacoalcos son muy pocos los lugares que cumplen con las condiciones para un relleno sanitario. Nanchital tiene uno de estos sitios, que también cumple con otras condiciones de localización y acceso que le permiten elevar al máximo el bienestar regional si el relleno se coloca ahí. Por supuesto, todos los pobladores de la región (y el país) tendrían que compensar a Nanchital por este enorme servicio, pero en realidad lo primero que debe hacerse en su favor es evitar a toda costa que sufran molestias o se dañe su ambiente y su salud. Lo mejor para ello es que todos los municipios reduzcan al máximo las basuras que generan y podrían terminar en el relleno.

La basura nace de la revoltura de nuestros residuos. Si los separamos, podemos disminuir la cantidad que llevamos al vertedero. Si se recolectan separados, muchos pueden aprovecharse para hacer abonos orgánicos mediante el compostaje, y podemos reciclar la mayor parte de éstos: latas, plásticos, papeles y cartones pueden volver a la economía.

Los municipios deben invertir en nuevas instalaciones (centros de compostaje y centros de reciclaje, lugares donde se creen empleos ecológicos y dignos); además, deben mejorar y adecuar su recolección de los residuos. Para lograr que estas infraestructuras y equipos funcionen se requiere del apoyo federal y estatal, pero sobre todo del compromiso de los gobiernos locales y ceñir este compromiso a un sistema de evaluación ciudadana. Los residuos de manejo especial, es decir, aquellos que contienen algún ingrediente tóxico, exigen un mayor compromiso de las empresas, sobre todo tratándose de empresas petroquímicas. Estos residuos requieren de sus propias infraestructuras y no deben terminar en el relleno sanitario. En cierta forma, las protestas en Nanchital dan cuenta de una consciencia ambiental en potencia. El rechazo indica que esta población podría estar lista para hacerse cargo de un programa radical de basura cero.

¿Cuánto le cuesta a la sociedad tener focos de contaminación dispersos? Clausurar tiraderos, dejar atrás ese desorden, revertir años de abandono y corrupción exige un gran esfuerzo. Dado que todos generamos residuos, es indispensable que todos nos hagamos responsables de éstos. Construir un gran acuerdo social es necesario y viable. Las alternativas están a la vista.