Opinión
Sábado 23 de septiembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Privatizaciones en México
José M. Murià
C

abe reconocer que, en tiempos idos, por caso durante los regímenes de Adolfo López Mateos y de Luis Echeverría Álvarez, cuando se realizaron algunas nacionalizaciones de empresas que se hallaban en manos privadas, éstas se pasaron a veces de tueste.

Sin embargo, cabe recordar también que, ceder al gobierno por la vía de aquella Nacional Financiera, algunos negocios que no andaban bien fue un cómodo recurso de empresarios que no habían tenido el éxito esperado y no podían encontrar quien saliera al quite en el mundo de la iniciativa privada.

Un caso extremo que le dio vuelo al sentido del humor nacional fue aquel cabaret cercano a la Zona Rosa que, ya en manos del gobierno, su desempeño resultó aún peor que en las del empresario que lo había fundado y hasta llegó a gozar de una buena época.

En manos oficiales, dicen las malas lenguas, en los cortes de caja más que billetes de banco lo que abundaban eran notas firmadas por diputados, senadores y funcionarios del más alto nivel. Lógico es suponer que el desastre fue total.

Tampoco era tema del gobierno la gran cadena hotelera de la que se desprendió César Balsa para regresar forradito a su país de origen… Algunos hoteles pudieron cambiar de manos y sobreviven, de otros nadie se apiadó…

Sin embargo, hubo algunos que funcionaron razonablemente bien en custodia oficial y mucho mejor que cuando pasaron a la iniciativa privada durante las décadas neoporfiristas que hemos padecido.

Un caso notable fue el de Bimex, una fábrica de bicicletas. Recuerdo igualmente que los teléfonos andaban bien y, cosa rara, hasta con buenas utilidades; ahora resultan ser un verdadero desastre por la falta de personal que atienda cualquier falla. Su escasa nómina es la causa principal. Con frecuencia las fallas llegan a tardar hasta dos meses en ser atendidas.

Ésta, y tantas otras tareas, deben considerarse servicios públicos y no negocios… Tal es pauta de la conveniencia de que hay faenas que no deben estar en manos privadas para medrar con ellas.

Agandallarse el manejo de la energía eléctrica como lo andaban haciendo sendas empresas gachupinofílicas, con la pretensión de controlarla toda, resultaba un verdadero atentado a la integridad nacional que contó con el respaldo de empresarios mexicanos lambiscones que se daban de santos con unas cuantas migajas…

¿Se ha visto el desastre de su dominio de la electricidad en España, que ha creado una verdadera crisis en la clase media? El mismo daño habrían causado en México si hubieran alcanzado su meta de agenciarse la CFE.

Son muchos los casos de lo desastroso que ha resultado la entrega de servicios públicos a empresas privadas. Pongo como un último ejemplo, que podría preceder a muchos más, la caótica concesión de recoger la basura en el área metropolitana de Guadalajara. Las trácalas de honrados empresarios, coludidos con honrados panistas dieron lugar a un verdadero desastre. No se necesita tener buena memoria para recordar que, hace un cuarto de siglo, al finalizar cada mañana, se había recogido toda y era llevada a los lugares adecuados correspondientes.

Resulta ya larga la lista de servicios que alcanzaron un gran deterioro cuando pasaron a la iniciativa privada.