Viernes 22 de septiembre de 2023, p. 3
Madrid. La voz literaria de Pascal Quignard será objeto de análisis en unas jornadas que se inician hoy en la ciudad de Canfranc, en el corazón de los Pirineos de Aragón, provincia de Huesca. El acto central será la entrega del prestigioso premio Formentor de las Letras, que se le concedió, según el acta del jurado, por la maestría con que ha rescatado la genealogía del pensamiento literario, por la destreza con que se sustrae a la banalidad textual, por haber resuelto las dimensiones más inesperadas de la escritura, por la composición de su gran tratado sobre los enigmas literarios del alma humana
.
Pascal Quignard nació en 1948 en Verneuil-sur-Avre, Francia. Es autor de más de 70 obras, entre las cuales destacan Todas las mañanas del mundo, Una terraza en Roma, Villa Amalia, Las sombras errantes, Las solidaridades misteriosas, Las lágrimas y El amor el mar, el más reciente, publicado en 2022. También ha escrito ensayos en los que mezcla ficción con reflexión, como Pequeños tratados.
Quignard no suele prodigarse mucho en actos públicos; prefiere aislarse entre sus manuscritos, su piano, sus paseos por París y su siempre solitaria labor de escribir. Pero en esta ocasión decidió viajar a España para recibir este homenaje, antes de su viaje a la Feria del Libro de Guadalajara, de la que es invitado especial.
La Fundación Formentor fue creada para organizar el Prix Formentor y las Conversaciones Literarias que se celebran cada año. La entidad, auspiciada por las familias Barceló y Buadas, da continuidad a los encuentros culturales iniciados en 1930 y al premio literario convocado por los editores europeos desde 1961.
Entre los escritores que han recibido el galardón se encuentran Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Roberto Calasso, Mircea Cârtârescu, Cees Nooteboom y Liudmila Ulístskaya.
Basilio Baltasar, editor y director de la Fundación Formentor, explicó en un ensayo que escribió para las Conversaciones Literarias en torno al escritor francés que en la extensa obra de Pascal Quignard el lector reconocerá las figuras que se dibujan en el tupido tapiz de su absorbente prosa, seguirá el hilo narrativo del escritor deslumbrado por la elocuencia del lenguaje y conmovido por la sabiduría injertada en las palabras. Ligado al mandamiento primigenio de la escritura, con la conciencia viva del fuego que arde amenazadoramente sobre los textos, Pascal Quignard no ha dejado de tejer la inmensa trama de un incesante pensar filológico
.
Añade que el tapiz literario y musical tejido por Pascal Quignard registra las premoniciones incubadas por la lengua de la Antigüedad. Con violencia sintáctica sacude el orden latente de la gramática y saca a flote nuevos modos expresivos, evita la tentación sinóptica y deja en suspenso el desenlace de las sentencias, increpa a los tiempos del verbo, rescata las paradojas aletargadas por la razón, extrae del organismo literario lo que ha sido postergado, a fin de atisbar en la remota resonancia de la oración el eco de las divinidades sepultadas
.
Escritor entregado a la música
El filósofo, poeta y musicólogo navarro Ramón Andrés también expresa sus impresiones sobre la obra de Quignard, al exponer: “‘Sonidos arcaicos nos persiguieron. Aún no veíamos. Aún no respirábamos. Aún no gritábamos. Oíamos’, escribe Pascal Quignard en El odio a la música. Una resonancia que, desde lo más pretérito, revela que estamos en el mundo sin que todavía pertenezcamos del todo a él. Rumor de lo acaecido, testimonio de lo que ya nace como un antaño, inicio aún no cumplido, jadis. Lo previo, la anacrusa que anuncia desde un súbito silencio el acontecimiento de la música que va a sonar, se ofician en aquel templo del oído que Rilke descubrió mientras se adentraba en la espesura solitaria en busca de un soneto. Es el oído interior que revela lo que somos, apenas una escucha, un tentar los márgenes del mundo, un prestarse a lo invisible, un aceptarse como espera de la señal que nos diga: ‘el primer sonido que oigáis, os revelará el inicio de toda cosa’”.
Mientras, la escritora y crítica literaria Anna Caballé advierte que “Quignard es un escritor entregado a la música –presencia constante en su obra–, pero es en el silencio que envuelve sus novelas donde nos hacemos cargo de la profunda soledad que rodea al ser humano, a pesar de la actividad que se ve obligado a mantener para no perderse a sí mismo, perdiéndolo todo.”